Soy mujer cambiante, distinta en ideas y apariencias, pero igual en esencia.
Unos días estoy desinflada, me cuestiono, desconfío de mí, de mis elecciones. Mi mente no para. Me desespero, quiero llamarte, besarte, preguntarte.
Me vuelvo a mentir, me digo que no pasa nada si no quieres lo mismo que yo, que después de todo, son momentos muy ricos llenos de palique, comida y sexo con amor. Que soy capaz de amar sin esperar nada a cambio.
Y te juro que lo intento, pero no he alcanzado ese nivel de desapego.
Sigo esperando que me quieras en tu vida, que me digas que eres el más afortunado del planeta por tener mi regalo todos los días. Y me doy a ti, y te hago el amor como si fueras el único hombre en el mundo, para intentar convencerte de que soy la única mujer con la que no quieres dormir sin antes follar en tu cama.
Me contagio con el mal humor propio y ajeno. Me enfado, con el teléfono por su falta de cobertura, con la cortina del baño que se me pega y me acosa sin permiso, con los "multa parking". Critico y me cago en todo.
Me contradigo a posta, y vuelvo a buscar todas las piedras con las que tropecé para seguir lesionándome, mutilando mis deseos y cada cachito de la que dejo de ser. Así me dibujo decreciente.
Otros días me siento vacía de todo, hasta de mí. Reconozco mis mentiras, las que invento para justificarnos. Ya no tengo ganas de darme a ti, aunque nunca pierdo las de sentirte dentro de mí.
Me doy cuenta de que lo sucedido no tiene que ver sólo conmigo. Que por muy bonita que sea, y tú lo sepas y aprecies, no sientes "esa chispa" de la que tanto te gusta hablar. Puta chispa de los huevos cuando no soy yo la que la enciende.
No puedo hacer nada, ni me apetece. Te quiero tanto, que te entiendo perfectamente. Me voy, para que abandones tu comodidad y vayas a por tus sueños, esos que te hablan de otra, no de mí. Me quiero tanto, que me desvisto de ti, para mostrar mi traje más hermoso con el que alcanzar los míos también. Estoy vacía, por tanto soy nueva.
Entonces llegan esos días en los que lamo mis heridas. Cuando me miro en el espejo y bailo para mí. Cuando me abrazo y me toco pensando en mí, en mi capacidad de entrega, de deseo, de ganas por la vida.
Ya no me conmociono por la falta de compañía. Me represento creciente.
Y así alcanzo esas jornadas en las que me reconozco completa, amo todo y a tod@s. Estoy en paz conmigo y con el mundo. Me sé capaz de cualquier cosa , pura energía compartiendose y manifestándose.
Vivo soñando, me propongo metas y muevo mi mundo para conseguirlas. Soy independiente, desobediente, sin co-herencia pasada que me limite. Me sé llena.
Mi alma no se rompe, no se quiebra, no se arruga, igual que la luna.
Ella sabe, por eso es imperturbable, atemporal, y yo lo sé.
Estoy tranquila, porque confío en el maravilloso y misterioso plan que diseño junto con ella. Acallo mi mente para poder escuchar a mi corazón.
Es como cuando estaba de parto, mi mente no paraba de hablar, de desahogarse diciendo locuras. Y al mismo tiempo podía sentir a mi alma susurrar..."Todo está bien, da igual si te lo crees o no, la vida se manifiesta a través de ti"
No quiero que me digas que soy incapaz de alcanzar la luna, he visto mis huellas en ella. No necesito que me ayudes a conseguirla, nisiquiera deseo que me la des.
Porque yo, yo soy la luna.

No hay comentarios:
Publicar un comentario