lunes, 24 de noviembre de 2014

Mi rojo me cubre

No son tus espinas las que me hacen daño, es tu manera sutil de clavármela.

No me caben más espinas en mi cuerpo, y sin embargo me caben mil rosas.

Pero tú sigues ciego, empeñado en regalarle las rosas peladas a Julieta.

Julieta, esa pálida pusilánime que te atrae tan falsamente disfrazada de rosa, porque sabe perfectamente que es el color que atrae a los príncipes disfrazados de azul.

Y yo vestida de rojo, sin disfraz. Imposible ocultar el color de la sangre. Totalmente expuesta, sin escondites para ti.

Por  eso tú eliges tantos, porque te asusta el rojo, el color de la sangre, la que ves en mí cuando me sabes entregada.

Prefieres el rosa, el que disimula, el que esconde el color auténtico del útero.

Estás tan cómodo así, que incluso te has llegado a plantear si será azul, como en los anuncios de compresas.

Y yo aquí, enfadada con Julieta y no contigo, empeñada en borrar el azul de tu cuerpo.

Ni sé cuantas veces he visto "Avatar". Me recuerdan tanto a ti.

Veo tantas pruebas a mi alrededor que me demuestran tu indiferencia sobre tus espinas en mí, que he llegado incluso a sospechar de Dios.

Me invento un complot cósmico para no sentirme tan responsable.

Responsable de seguir eligiendo disfraces.

Bueno, creo que es cuestión de honestidad personal, de espinas y de risas, de colores y rosas.

Yo conozco mi color dominante, ¿y tú?

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