Me encanta la música, las canciones que hablan de amor, de portarse mal. A través de ella me conecto con mis realidades soñadas y elegidas.
Me encanta bailar, conmigo y contigo. Agarrados, sueltos, con coreografía improvisada, según sintamos nuestros movimientos con la melodía que nos mece o nos sacude.
Tuve un maestro que adoraba la música como yo. Me cantaba canciones en italiano, porque sabía que tuve un rollete de allí.
Le gustaba mucho mi interés por el amor y las relaciones, y se meaba de risa cada vez que me oía preguntarle a una pareja por la historia de su encuentro y enamoramiento.
Una vez le mandó un mensaje a una amiga para mí: "Dile que recuerde lo que le enseñé sobre el amor: Amor son acciones y no buenas razones"
Le echo de menos, pero cuando recuerdo que el tiempo, el espacio y la muerte son cuentos que nos han contado y que hemos decidido creer, la pena se deshace.
Porque le siento aquí, conmigo. Le hablo y me escucha. Incluso oigo las campanas de una iglesia lejana cuando terminamos de conversar. Es como si me confirmara que ha sido real, que nuestro amor no es imaginado.
Cuando me siento absurda e injustamente sóla, me acuerdo de él.
Entonces me doy cuenta de mi humano egoísmo y me levanto del tirón, para escribirle estas palabras y decirle... "Lo
siento, te siento, te echo de menos, a veces, cuando me pongo dramáticamente contenta, lo siento otra vez.
Pero ¿cómo aceptar querer verte, abrazarte, escucharte, que me hables, que me sonrías, y no poder tocarte?
Quiero tener superpoderes. Quiero verte como lo hace Yessy, quiero que me visites de vez en cuando en sueños. Que me digas que lo estoy haciendo bien, o no"
Este es uno de mis deseos para el 2015.
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