lunes, 10 de noviembre de 2014

La novia de blanco

Todas queremos ser la novia vestida de blanco.

Y sí, igual piensas que tú no, que no quieres aguantar la mierda de otro.

Pero...¿No es esa una idea consecuencia de las historias de otros, de tus padres, de tus amigos, de conocidos?

Es como el ateo que no cree en Dios porque la iglesia es un organismo corrupto, cuando la idea de Dios no tiene nada que ver con la iglesia.

Cuando rechazamos una historia creo que es muy sanador descubrir de donde viene esa negación, esa ira.

¿Qué parte del cuento nos hemos creído?

¿Nos lo creemos por nuestra experiencia?

Y si es así...¿Qué parte nuestra la cree, la víctima o la guerrera?

Yo he vivido muchos cuentos, y me he dado cuenta que la protagonista no era yo. Era esa que me habían contado que fuera o debía ser.

Recreé el relato de otros por no haber tenido la osadía y picardía de vivir el mío propio.

¡Se acabó!

Ahora escribo y vivo yo.

Soy la novia de vestido blanco que enseña el culo a todos, la que se queda con ese valiente y descarado que lo acepta, porque sabe que al final el que lo toca y lo penetra, es sólo él.

El que comparte el derecho de cuestionar el deseo y la responsabilidad.

El que deshace el cuento conmigo para experimentar el sueño hecho vida.

Soy la novia que pinta sus labios rojos para besar la realidad y morder la paranoia.

La novia que pinta sus uñas de rojo para arañar la espalda y apretar la espada.

Esa novia que nadie me contó que fuera, por eso sé que soy ella, que soy yo.

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