Oigo hablar de lobas, de cachorritas, de ancestras, de amar sin esperar.
Y pienso que sé cómo hacerlo, y creo que lo entiendo.
Entonces veo una loba que se desgañita, unas cachorritas que se desesperan y unas ancestras que me miran con dulzura y paciencia, esperando que no siga despierta, esperando que vea ese error, el de creer que tengo que despertar.
Y es todo lo contrario, es seguir soñando, es seguir a mi corazón.
Pero sigo empeñada en despertar, no sé cómo vivir el sueño sin despertar.
Porque toda mi vida he aprendido a cumplir los sueños de otros.
Y creo que son los míos, creo que cumpliendo los suyos los salvo, creo que soy super buena porque los quiero salvar.
Y así sigo despierta, en el sueño de otros. Y se sigue desgañitando la loba, y se siguen desesperando las cachorritas, y me siguen mirando con dulzura y paciencia mis ancestras.
Me desespero, me desvío, me evito tomando decisiones que me hacen despertar de mis sueños sin convertirlos en vida.
Mi niña se despertó hace mucho tiempo, cuando se dio cuenta de que, o espabilaba, o se quedaba atrás, fuera de la vista de los que ella amaba.
Se camufló, con vestidos y conductas que la hacían ser visible y así protegida.
Aprendió a comer los restos que quedaban de su esencia, esos restos que sí eran aceptados y validados.
Famélica de amor incondicional, aceptó resignada aquella anorexia emocional.
Pero ella sabía y sabe que era más, solo que si se mostraba completa, habían partes que desorganizaban la perfección que habían diseñado para ella.
Y así siguió siendo mitad, pero sostenida al fin y al cabo.
Entonces se juró a sí misma, cual Escarlata O'hara, que nunca más pasaría hambre, que haría cualquier cosa para ser mirada, para ser amada. Ella iba a "ser buena"
Decía: "¡Puedo hacerlo mejor, quédate y mírame por favor!"
A veces quiero hablar con mi útero, por eso pinto mis labios de rojo, para que las palabras se tiñan de ese color al salir de mi boca y se arrojen sin filtro a los oídos de quien me hiere.
Sí, pinto mis labios de rojo, para recordarme que soy mujer. Para hablar con mi niña y decirle que yo la amo, que conmigo puede ser completa, que quiero que sea entera.
Para recordarle que ya no tiene que demostrar nada a nadie, porque su supervivencia ya no depende de otros.
Ya es grande, y se puede ganar el pan con el sudor agradecido de su frente, o de su coño, como ella quiera decirlo.
Porque ahora ya puede decir coño, polla, follar, joder, puta, verga, conejo, cabrón... Nadie la va a castigar por ello.
Y pobre del que se atreva, porque le haré escribir cien veces en una pizarra:
" Honro y respeto a la niña que vive soñando en ti".
A mi niña no hay quien me la toque, a menos que sea para adornarla de flores y de placer.
Y pienso que sé cómo hacerlo, y creo que lo entiendo.
Entonces veo una loba que se desgañita, unas cachorritas que se desesperan y unas ancestras que me miran con dulzura y paciencia, esperando que no siga despierta, esperando que vea ese error, el de creer que tengo que despertar.
Y es todo lo contrario, es seguir soñando, es seguir a mi corazón.
Pero sigo empeñada en despertar, no sé cómo vivir el sueño sin despertar.
Porque toda mi vida he aprendido a cumplir los sueños de otros.
Y creo que son los míos, creo que cumpliendo los suyos los salvo, creo que soy super buena porque los quiero salvar.
Y así sigo despierta, en el sueño de otros. Y se sigue desgañitando la loba, y se siguen desesperando las cachorritas, y me siguen mirando con dulzura y paciencia mis ancestras.
Me desespero, me desvío, me evito tomando decisiones que me hacen despertar de mis sueños sin convertirlos en vida.
Mi niña se despertó hace mucho tiempo, cuando se dio cuenta de que, o espabilaba, o se quedaba atrás, fuera de la vista de los que ella amaba.
Se camufló, con vestidos y conductas que la hacían ser visible y así protegida.
Aprendió a comer los restos que quedaban de su esencia, esos restos que sí eran aceptados y validados.
Famélica de amor incondicional, aceptó resignada aquella anorexia emocional.
Pero ella sabía y sabe que era más, solo que si se mostraba completa, habían partes que desorganizaban la perfección que habían diseñado para ella.
Y así siguió siendo mitad, pero sostenida al fin y al cabo.
Entonces se juró a sí misma, cual Escarlata O'hara, que nunca más pasaría hambre, que haría cualquier cosa para ser mirada, para ser amada. Ella iba a "ser buena"
Decía: "¡Puedo hacerlo mejor, quédate y mírame por favor!"
A veces quiero hablar con mi útero, por eso pinto mis labios de rojo, para que las palabras se tiñan de ese color al salir de mi boca y se arrojen sin filtro a los oídos de quien me hiere.
Sí, pinto mis labios de rojo, para recordarme que soy mujer. Para hablar con mi niña y decirle que yo la amo, que conmigo puede ser completa, que quiero que sea entera.
Para recordarle que ya no tiene que demostrar nada a nadie, porque su supervivencia ya no depende de otros.
Ya es grande, y se puede ganar el pan con el sudor agradecido de su frente, o de su coño, como ella quiera decirlo.
Porque ahora ya puede decir coño, polla, follar, joder, puta, verga, conejo, cabrón... Nadie la va a castigar por ello.
Y pobre del que se atreva, porque le haré escribir cien veces en una pizarra:
" Honro y respeto a la niña que vive soñando en ti".
A mi niña no hay quien me la toque, a menos que sea para adornarla de flores y de placer.

Preciosos tus relatos, Lola, mi amor. Enhorabuena por tu hijo-blog, un ser nacido de las profundidades de las entrañas de una mujer con co-razón.
ResponderEliminarMuchas gracias bella mujer!!!!!
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