¿Quién no se ha enamorado de un profesor alguna vez?
Yo me enamoré de mi profesor de lengua y educación física. Buena combinación, ¿eh? Si creyera en las coincidencias diría, ¡vaya casualidad!
Me quedaba lelita con su forma de expresarse, firme y amable a la vez.
Se ponía un chándal adidas que le quedaba de escándalo, a través del cual podía adivinar sus zonas pudendas, tan bien delimitadas y formadas. Los ojos se me cambaban para que no me descubriera mirándolas.
Su tez era morena, tenía barba y olía a colonia de nenes.
¡Por favor! ¿Se puede ser más bonito?
Pensaba que no, hasta que conocí a mi nuevo maestro.
También es de piel morena, es cálido y dulce. Cuando le abrazo, es como abrazar a una chocolatina tirma, y me encanta cuando se derrite dentro o junto a mí.
Su cuerpo es uno de mis lugares favoritos en el mundo para perderme y encontrarme todo el tiempo.
No huele a colonia de nenes, pero su olor me desbraga igual. Es un aroma amaderado, mezclado con especias, que hace trabajar a mil por hora mi pituitaria.
Aprendo mucho con él. Aprendo el sentido más amplio del Amor, el amor incondicional. Ese que está por encima de cualquier sentimiento hipócrita, como los celos o la posesión. Ese que sólo desea tu felicidad, con él o sin él.
Aprendo el poder del ahora, porque soy consciente de que es lo único que tengo, valorando cada momento, esté o no mi maestro.
Antes me asustaba no tener asegurado un futuro, como si eso fuera posible, pobre ilusa, de eso se valen tan mezquinamente las aseguradoras, de nuestro miedo a lo que no existe.
Ahora comprendo que lo verdaderamente paralizante, es perderme los momentos reales por la incertidumbre de lo que pueda pasar.
Él también ha aprendido conmigo, y ya no se asusta cuando soy tan románticamente yo. Sabe que aunque esté loca, no pierdo el coco, ni por él, ni por nadie, y que me responsabilizo de mis sentimientos.
Me explica sin palabras, sólo con actos muy convincentes, porque están basados en su enorme coherencia.
También he aprendido a cocinar, es un gran chef. Hace unos platos deliciosos, transformando recetas en piel, y no sólo en la cocina, a veces también en la ventana, otras en la cama, otras en el sillón... Es un placer siempre comer con él y a través de él.
Dibuja música con sus manos, y dirige mi cuerpo y emociones magistralmente, acompañado de su batuta.
¡Y vaya batuta, madre mía!
Tan afinadamente proporcional a mi partitura. Sería muy egoísta por mi parte pretender que sólo la utilizara conmigo, y privar así a otras alumnas de tremendo regalo.
Al mismo tiempo no me sorprende que entienda que no me conforme con sus conocimientos, tan generosamente compartidos y repartidos, y decida buscar otro profesor para dar clases de apoyo.
Me vuelve loca su ingenio, hace que me humedezca de risa, horizontal y verticalmente.
Pase lo que pase, siga siendo mi maestro o no, nunca voy a dejar de amarle, porque nuestro amor siempre será real, y porque lo que aprendo con él, me acompañará vaya donde vaya.
No hay día que no agradezca a la vida poder disfrutar de su sabiduría, emocional y carnal.
Le amo, porque no sólo es mi maestro, es mi amigo, y eso sobrevivirá a cualquier lección y a cualquier docente.
Hola soy Gladys, soy psicóloga y recientemente cree una web donde también ayudo a chicas que se han enamorado de sus profesores pueden checar con mucho gusto aquí: www.amiprofesor.com , encantada de ayudarlas chicas, y tranquilas que todas en algún momento hemos pasado por esto.Me enamore de mi profesor y es casado
ResponderEliminar