viernes, 31 de octubre de 2014

Mi pequeño gran buda

Érase una vez un bebé sietemesino, al que metieron en una caja de zapatos porque pensaron que no sobreviviría.

Entonces, una de sus tías, mujer abundante y sabia, lo ponía bajo los rayitos del sol y le daba su teta, bondadosa y poderosa.

Ese bebé creció, fue un niño educado y generoso.
Un niño que, a pesar de estar a la sombra y no ser reconicido como la maravilla que era, siempre le daba la vuelta a la realidad para utilizarla a su favor.

Ese niño se convirtió en hombre.
Un hombre bueno, que siempre se mantenía en la sombra, porque aún habiendo sido el sol el que le salvó la vida, fue la sombra la que lo acompañó en ella.

Puedo decir con orgullo que ese hombre es mi padre, mi defensor, mi amor de vidas.

Alguien me dijo una vez, tras enseñarle una foto suya...
"Ahora lo entiendo
Lola, en tus relaciones con los hombres buscas a tu padre, y no es fácil encontrar a un buda..."

No creo que sea difícil, pero no me importa.

No necesito otro buda en mi vida, lo tengo a él, no fuera, sino dentro, porque su sabiduría es tan simple y natural, que entra sóla.

Gracias papá, te amo.

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