Ya te lo he dicho, siempre tengo hambre, mucha hambre de ti. A cada rato, todo el tiempo, pero tú no te enteras, y me sigues alimentando sólo en sueños, y no te das cuenta que mi hambre es real.
Me ha crecido una serpiente amarilla entre las piernas, está empeñada en que la llame por tu nombre. No quiero, me niego, me enfado con ella por obligarme a decir tu nombre en vano.
Es una pesada, sólo quiere agitarse en mi mano. A veces cedo, cedo por pereza. El hambre me ha dejado sin fuerzas para resistirme.
Es una ilusa, cree que me penetra a mí, pero yo me fui hace mucho. Ya no sé cómo se hace el amor porque me fui de mí, de mi isla.
Crucé un océano y un continente para estar contigo, dejándome atrás.
Y tú no te enteras, te da igual dónde esté si me quedo a tu lado, aunque ya no recuerde mi lugar, mi punto de partida.
No me quiero despertar porque sé que el océano que nos separa inundaría mis ojos, inundaría la casa del sueño donde vivimos tú y yo, la que quemamos con nuestra voz sin cuerpos.
¿Y si mi cuerpo se despierta antes que yo? ¿Y si de tanta hambre come cualquier cosa sin esperar por mí, por ti?
Sigo soñando, pero tú me estás despertando. Parece que mi sueño ya no es el tuyo, porque lo empezaste con otra que no era yo, era la que tú imaginaste que lograrías convencer para que fuera esa que deseas sólo para ti.
Lo que ocurre es que ya no soy de nadie, ni siquiera de mis hijas, ni siquiera de mis padres, ni siquiera de mí.
Aunque no comparta mi sexo con otros, no soy tuya. Pudiendo estar con todos, elijo estar contigo.
Y tú no te enteras.
¿Cómo puedes ser tan inconsciente, tan egoísta?
Yo te quiero.
Y tú no te enteras.
Tengo hambre, mucha hambre.
Y tú no te enteras.

No hay comentarios:
Publicar un comentario