Un día me miré en el espejo y vi que mis caderas se ensanchaban. Escuché algo dentro de mí que decía: "Estás preparada para abrigar vida dentro de ti"
Seguía en mi barquito de cáscara de nuez tranquila, con la paz de la que sabe que su deseo se va a cumplir. Vivía amores que me alimentaban a veces con sal y otras con azúcar, pero ninguno agridulce como yo quería, aún así no me quedaba con hambre y los probaba todos.
Llegué a un nuevo puerto donde había quedado con un amigo que me quería presentar a su hermano recién llegado de Londres.
Era un sitio muy peculiar, "Ca'Juancri" se llamaba, y allí estaba aquel personaje, londinense por fuera, canarión por dentro.
El tiempo se detuvo. Le miré sonriendo y él me miró paralizado, como el que acaba de tener un "deja vú".
Empezamos a coincidirnos y desde el segundo día de habernos conocido ya hablamos de nuestro deseo de tener hijos.
Nos comimos sin cubiertos y nos chupamos sin pajita, hasta que él volvió a Londres.
Yo me quedé tranquila en aquel nuevo puerto, porque sabía que la mitad del sueño ya estaba cumplido.
Volvió al poquito movido por la fuerza de la vida para quedarse, y así fue como por primera vez llegamos al reino de los miedos.
Era un sitio gris, con mucha niebla, yermo y hostil. Habían dos espadas hermosas. Él cogió la dorada con un sol labrado y yo cogí la plateada con la luna en ella, juntos combatimos la incertidumbre y la falta de confianza.
Después de aquella batalla vinieron años de paz en los que concebimos a nuestra primera cachorrita, Salma.
Por favor, cuánto amor, cuánta luz. Y volvimos al reino de los miedos donde luchamos contra el abandono y la sed de perfección.
Aprendimos a ser benévolos con nosotros mismos, a saber que nunca lo haríamos bien, pero sí lo mejor que podíamos, aprendimos a dar lo mejor de nosotros sin esperar nada a cambio.
Vinieron más años de paz en los que nació nuestra segunda cachorrita, Maya.
Retornamos de nuevo al reino de los miedos. Esta vez luchábamos contra la impaciencia, contra la falta de entrega y compromiso, pero ya no fuimos capaces de luchar juntos.
Él utilizaba su espada para intentar romper mi "perfección", a la que acusaba de ser la responsable de nuestros problemas, y yo utilizaba la mía para intentar cortar su falo, en un acto desesperado por que utilizara más su cabeza.
Así vinieron años de guerra con períodos muy esporádicos de tregua, pero nunca llegábamos a firmar La Paz.
En esos momentos de tregua lo miraba, de verdad, y veía esa luz que había elegido para que junto a la mía, iluminara el camino a esta vida a esos dos seres de luz maravillosos que ahora son nuestras hijas.
Pensaba..."si lo elegí para tal aventura, no puede ser tan malo como lo veo ahora, si la vida confió en nosotros para prestarnos estos dos hermosos regalos, no puedo juzgarlo de esta manera"
Una noche, agotada por lo absurdo de la lucha, me quedé dormida. Estaba en el reino de los miedos, recostada bajo un gran manzano repleto de frutos rojos.
Detrás de él salió la Dama Oscura, y sin hablar me dijo: "Lola, el fin de la guerra está cerca, depende de ti, no de él, conviértete en el cambio que quieres ver en el mundo. No tengas miedo, porque lo que está muerto no puede morir, por eso debes entregarte a la vida"
Dicho esto se metió detrás del árbol y en su lugar salió la Dama De la luz, y sin hablar me dijo: "Lola, este reino ya no tiene sentido para ti, has comprendido que lo que ha muerto no puede volver a morir, así que el miedo pierde su sentido cuando la única opción válida en este momento para ti es abrazar la vida. Ya has recordado cómo respirar bajo el mar, sóla, lo has hecho genial, ya es hora de respirar junto a alguien que te ame. Créetelo, mereces ser amada como deseas. Has vuelto para ser feliz, no seas mediocre, no te conformes con un trocito de pastel cuando hay una tarta enorme buscándote. Vuelve a la paz de la que sabe que su deseo se cumple"
Cuando abrí los ojos el reino de los miedos se había transformado. Ahora habían miles de gerveras a mi alrededor cubiertas por millones de sarantontones.
Quince de ellos quedaron pintados en mi espalda para recordarme aquel mensaje tan real y mágico, porque sólo lo mágico se atreve a ser real.
Así fue como solté el Gran Mito del padre de mis hijas. Abandoné el mito de la familia para dar paso a la realidad del amor que ahora vivía. Le dejé ser para que fuera lo que deseara y empecé a ser el cambio que quería ver en el mundo.
Por ahí dicen..."nunca digas de esta agua no beberé, porque el camino es largo y te puede dar sed". Es cierto, porque sigo bebiendo de él, pero no de su sexo. Bebo de su amistad, de su complicidad, del amor a nuestras hijas.
Adoro su espontaneidad, que sea capaz de salir a la calle con las uñas pintadas por sus hijas y un piercing falso en la nariz. Respeto su manera de enfrentarse al mundo y como va aprendiendo a quitar las espinas que de chico le clavaron en su corazón, igual que hacemos todos.
Gracias papi chulo por elegirme. Qué bueno haberte encontrado justo cuando mi útero se preparaba para hornear bizcochitos tan deliciosos.

Me gustó. Besitos.
ResponderEliminarMuchas gracias Ale!!! Un abrazo!
Eliminarprecioso cuento!!!!!
ResponderEliminarGracias Elvira!!! Besos!!!
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