lunes, 20 de julio de 2015

Entre pieles

Ella se vestía de Amor, ellos se disfrazaban de superhéroes.

Alguna vez que otra se encontraba con alguno que ni se vestía ni se disfrazaba, sólo se desnudaba para ella.

Lo admiraba y agradecía, pero no era determinante para ella, porque el Amor es una decisión, y ella había decidido hace mucho no discriminar. Todos merecían el mismo trato porque a todos los había elegido sin nocturnidad y con alevosía.

Un día dejó de mirar al otro para mirarse a sí misma y todo cambió.

Descubrió admirada su cuerpo ondulante pegado al de su amante. No podía apartar su vista del brillo que su humedad dejaba en la piel del otro y en la suya propia.

Vio lunares que desconocía que tenía, marcas que ponían punto y seguido a su deseo.

Comenzó a escuchar el sonido de sus ganas y empezó a clavar su mirada en los ojos del otro donde veía su cuerpo serpenteante.

Ahora entiende porqué se considera a la serpiente como un animal mensajero del pecado para algunos locos que siguen creyendo en él.

Ahora mordía y apretaba las ganas de su cómplice para darse placer a ella, no a él.

Pero no era ver su cuerpo en sí lo que le excitaba, y mucho menos ver el de su amante. 

Lo que le excitaba realmente era su capacidad de entrega, su capacidad para disfrutar sin culpa, sin pasado y sin futuro. 

Le ponía enormemente vivir cada segundo como si fuera el último, como si pudiera morir al minuto siguiente sin devorar cada centímetro de piel regalada.

Así fue como empezó a dejar a sus amantes en paz, porque ahora estaba en paz con ella misma.


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