Vencí la parte de mí que tiene miedo.
Miré detrás de mi cuerpo, allí estaba lo conocido, lo cómodo.
Todo tiene un lado bueno y otro que lo es menos. Como conocer el antídoto.
He probado el veneno, y no me importa seguir tomándolo, porque sé que no me muero, porque cada vez aumenta más mi inmunidad.
No me importa autolesionarme poniéndome al límite, deseo sentir la adrenalina que provoca el reto en mí, el reto de vencer a la muerte una vez más.
A veces sucede que la que renace tras cada expiración, es esa parte que se aburre y no sabe vivir sin morir.
Y créeme, cansa mucho resucitar todo el rato. Llega un punto en el que el cuerpo no se divierte y desiste.
Yo estaba ahí, era mi décima desfibrilación. Estaba agotada, así que me fui directamente al abismo, a lo desconocido. Me canse de morir a medias, de simulacros, y salté.
Me entregué, pero sin condiciones esta vez...
Quería morir de verdad. Ya no quería ser mitad, seguir repitiendo patrones absurdos, aprendidos...
Quería desaprenderlos para reaprenderme....
Por eso me lancé, para matar todas las partes que seguían sacando sobresaliente en matrix.
Y aquí estoy ahora, en ese salto... Todavía no he aterrizado...
Sé lo que no quiero, por eso salté...
Sé lo que quiero, por eso salté...
Pero... En medio...¿qué hay?
No lo sé. De momento estoy aburrida, no estoy acostumbrada a dejar que las cosas sucedan, siempre las he provocado yo, siempre...
Podría desafiarte, provocarte, camelarte, confundirte otra vez, pero me da pereza.
Ya ni chicha ni limoná...
Me amo tanto que no puedo joderte, porque en este inmenso amor propio, sólo puedo sentir amor por todos. Incluso por ti, mi verdugo favorito después de mí.
Sé donde colocarme, pero no sé donde colocar a los que amo y ya no me pertenecen.
Ya se que nunca lo hicieron, pero los tenía ubicados, cerquita, aunque me provocaran urticaria.
Hoy vi al padre de mis hijas, y no tenía ni idea de cuál era su distancia respecto a mi vida...
Así que hice lo que se hace cuando se salta al vacío. Confié en mi cuerpo y lo que me contaba, me dejé llevar...
Me acerqué a él, lo vi tan hermoso, brillaba en su sonrisa.
Entonces le abracé, fuertemente, sentí tanto amor, que no evité fundirme con él y decírselo.
Nunca pude imaginar soltar a alguien abrazándolo tan fuerte.
Hoy por fin lo pude dejar marchar de verdad, de corazón, porque no tuve miedo de dejarle ser, para que ocupe el lugar que le salga de los cojones...
En fin, cosas que aprendes cuando te entregas a la nada, a la vida hecha muerte y a la muerte hecha vida.
Así es como surge el Todo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario