miércoles, 28 de junio de 2017

Montañas

¿Qué amamos de la gente que amamos?
¿Qué queremos decir con las palabras "te amo"?
¿Qué sentimos cuando escuchamos "te amo"?
¿Somos capaces de amar incondicionalmente?
-"¿Sabes por qué duermes plácidamente? Porque te sabes bien amado"

La mayoría tenemos el concepto de "amar" como algo ajeno a nosotros. Algo que sólo puede ser recibido por alguien de afuera y algo que sólo podemos entregar a alguien fuera de nosotros.

De pequeña me asustaban las montañas. Cuando atravesábamos algunas de ellas en coche, cerraba los ojos y no los volvía a abrir hasta que casi desaparecían y en su lugar se divisaban casas o edificios sobre superficies planas.

Algunas culturas, tradiciones o ideas, asocian la montaña con la madre.

Hace poco le escribí y leí una carta a mi madre.
Le dije que mi manera de honrar su decisión de darme la vida, era ser feliz.
Le dije que agradecía ese enorme regalo. Le dije que la quería y le dije que no la necesitaba.

Hace tiempo que no me asustan las montañas.

Hace tiempo que no confundo el amor con necesidad.

Creo que somos muy deshonestos con nosotros mismos. Creo que hablamos de amor cuando en realidad de lo que queremos hablar es de "sálvese quien pueda"

Nos da igual el otro, lo que nos importa realmente es sentir ese subidón que se experimenta cuando recibimos un mensaje, "el mensaje", de alguien en quien hemos depositado la responsabilidad de darnos lo que nosotros no somos capaces de otorgarnos a nosotros mismos.

No nos han educado para autocomplacernos, para entender que se empieza a cambiar el mundo cuando eres tú el que cambia, y que el motor de ese cambio es el amor propio, es el amor a tu cuerpo y mente tal y como son.

Nos sometemos a cualquier sucedáneo, invertimos energía en las carencias solapadas por amores fugaces y fantásticos que sabemos no se perpetuarán, pero nos da igual porque somos adictos.

El adicto no cuestiona su droga, sabe que no es lo mejor para su vida, pero sí para momentos, esos momentos que nade ni nadie podrá llenar de amor a  menos que seas tú el primero en dártelo.

¿Cómo podemos decir que amamos a alguien que nos menosprecia, humilla , o esquiva, o a alguien que simplemente no nos elige? Me dan igual los pretextos, las circunstancias. ¿Por qué empezamos historias que ya están torcidas desde el principio?

Yo lo hacía. Elegía historias torcidas, elegía aprender a través del dolor.

Entonces llegó un capitán de ojos azules que me hizo meter el dedo en la llaga hasta hacerla reventar, hasta cubrirme con el pus y obligarme a mirarme en el espejo.

Me vi tan fea, tan comida por gusanos que yo misma ayudaba a alimentar...

Reconocí el síndrome de Estocolmo. Me rompí, me lloré, me lamí los cortes de dentro hacia afuera.

Decidí no esperar más y darme lo que sólo yo podía darme para ser capaz de entregarlo.

Me gustan las montañas. ¿Habrá alguna idéntica a otra, o son como las huellas dactilares, irrepetibles?



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