sábado, 31 de diciembre de 2016

Llorar

No me gusta llorar, me lo prohibieron desde chiquitita en nombre del amor.

Cuando lo hago, me siento ridícula y dramática, dos estados que no me causan buena sensación.

Por eso he convertido mis lágrimas en palabras, en ironía, en rebeldía, en ira, incluso soy capaz de llorar riéndome.

Por eso yo sola, sola en mi caballo, sola en mi castillo, sola en mis páramos, sin testigos de esa parte tan íntima y escondida.

Por eso yo elocuente, irónica, rebelde, cabezota, orgullosa, payasa.

Hace poco lloré, con lágrimas, como lo hace la gente normal. 

No tenía un motivo concreto, pero me arañaban todos los que caben en 40años y no había sido capaz de bendecir con mi agua salada.

Me dejé caer en los brazos de mi hermana y lloré.

Más tarde me caí en los brazos de mi amiga-hada madrina y volví a llorar.

Era un llanto distinto, calmado, sentido, reparador, amoroso, cálido.

Me gustó mucho mi llanto.

Pude sentir que no era mala por llorar, que no manipulaba a nadie si lo hacía, que merecía el abrazo de alguien mientras lo hacía.

Ya no tenía que esconderme, no de los demás, de mí misma.

Hice las paces con mi niña asustada, la que no se atrevía a llorar para que no la castigaran o dejaran de mirar.

Mientras alguien me abrazaba y me sostenía, yo pude abrazarla y sostenerla a ella.

Fue tan hermoso, tan liberador, tan purificador, tan... ¿purgante? Jajaaja.

Pues sí, fue justo eso, purgante. Eliminé todo lo que ya no necesitaba, todo lo que me había servido hasta ahora pero ya no.

Le dije: "Gracias, has formado parte de mí hasta ahora para crecer. Desde ya, puedo hacerlo sin ti, te libero del peso de salvarme, me libero del peso de creer que te necesito"

Creo que todo ocurre en el momento preciso, si no, no ocurriría.

Mi niña y yo tenemos una mochila casi vacía, lista para llenarla de nuevos proyectos, gente, amor, risas y lágrimas también, ya no nos asustan.

Por favor, nunca le digan a un niño o a una niña "no llores".





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