viernes, 29 de abril de 2016

Ya no quiero más fresas

Gracias a ti no quiero más fresas.

Me acostumbré a comerlas de tu boca, invadiéndolas con tu color rojo, endulzándolas con tu olor deseo.

No me creas cuando te digo que quiero ser tu amiga, no es cierto.

Ni siquiera quiero ser tu novia, mucho menos la mujer de tu vida.

Quiero ser la que da un puñetazo sobre la mesa donde descansa el maldito puzzle de 500000 piezas que estás a punto de terminar.

Quiero descolocarte, sacudirte de esa larga siesta que llamas vida.

Que te levantes de la mesa, me pongas cara a la pared y me desnudes sólo de cintura para abajo.

Lo sabes y lo haces, porque a pesar de quedarte paralizado a destiempo, mis órdenes siempre son deseos para ti, por eso las cumples sin pereza.

Te oigo respirar de ganas, sólo imaginarte mirándome mientras te muerdes el labio, hace que el néctar de mi centro se deslice despacio, transparente y meloso por el interior de mis muslos.

Tú lo recoges delicado y apretado.

Puedo escuchar como lo llevas a tu boca para deleitarte con su sabor.

Sé de tus labios marrones y del brillo que la mezcla de tu saliva y mi jugo dejan en ellos. Sé de tu lengua roja entre tus dedos cargados de sexo.

No me hace falta mirarte, ni quiero, prefiero lamer la sal de mi cara en la pared donde la apoyo para pensarte.

Me aprietas por haberte desmontado el puzzle, por obligarte a revisar tus prioridades y aburrimientos.

Levantas mis nalgas para introducir tu pene duro, tu pene que babea ganas de quitarte la razón.

Ummm, qué placer más placentero, así, redundante, como debe ser el sexo no separado del amor, redundante.

Entra sin salir todo el rato, profundo, tu pelvis viene y va mientras la mía se levanta respingona para recibirte entero.

Bajas y subes el ritmo adivinando mi pentagrama, con los cinco sentidos, con los cinco magníficos y los cinco puntos cardinales.

Me aprietas desde atrás, me pellizcas los pezones, me besas de lado mirando lo que hay tras mis ojos, más allá de mí.

Muerdo tu labio inferior, como una loba muerde a su lobo cuando lo malcría de amor.

Con tu mano izquierda frotas suavemente mi clítoris, la punta del iceberg, la punta de mil terminaciones nerviosas que aúllan tu nombre. 

La mano del diablo dicen, la mano dirigida por la parte más creativa y juguetona del cerebro.

¡Arrrrrdooooo! ¿Cómo eres capaz de armar las piezas de mi puzzle tan perfectamente desordenado a tu antojo y semejanza?

Ahora entiendo que conoces los códigos, aunque tengas dislexia numérica.

Ahora sé porqué te elegí, porque tu pasividad no es eterna, solo es tú.

Solo es nosotros en nuestra efímera existencia de los cuerpos que sudan lo que no sirve, para llenarse de la más irreverente comprensión.



domingo, 24 de abril de 2016

Me aburre discutir

Se acabó la discusión, no porque me canse, sino porque me aburro cuando intento convencer, dominar al otro con la palabra.

Prefiero utilizarla para crear, para contar historias donde ganamos todos.

Tampoco quiero que me agobien, y menos tú, reflejo de mis demonios.

Por eso me voy de la pelea, quiero conducir hasta quedarme sin gasolina y sin excusas para volver a buscarte.

Hace un calor horrible, pegajoso, húmedo... 

Cuidado con lo que deseas, dicen los que saben. Me quedé sin gasolina, justo en el km 69.

¡Joder Dios!!! No ayudas nada.

Poco queda alrededor, aparte de un cielo inmenso azul, arena y más arena, algún que otro cactus y un sol envolvente, potente que cada vez se parece más a ti.

El universo conspira a tu favor, la que me faltaba.

Se acerca un coche, tu coche, conduce un hombre, mi hombre.

Paras a un lado y te bajas, no me dices nada. Abres el capó para echar un vistazo.

Me meto dentro, no soporto los rayos del sol que cada vez es más tú.

Te das cuenta que es por la gasolina, nada más, te lavas las manos y vienes a la sombra conmigo.

Me miras, suspiras, estás sudando, como yo.

¡Mierda! Me acabo de acordar que con el enfado sólo me puse el traje y me olvidé las bragas. ¿Por qué el universo te lo pone tan fácil???

Te giras hacia mí, acaricias la parte interior de mi muslo izquierdo y muy despacio compruebas con tus dedos que no todo en mi cuerpo está enfadado contigo.

Acercas tu cara a la mía, respirándome, haciendome respirar cada vez más profundo.

Pruebas la reconciliación que sale de la parte de mi cuerpo que es incapaz de reprocharte nada.

Te desabrochas el pantalón, prudente, todavía no sabes si me iré corriendo de nuevo.

Me voy a ir, pero primero le voy a dar la razón a mi sexo, a lo de mí que te añora.

Me subo en ti, en tu deseo que es el mío.

No voy a parar hasta que te des la razón. No voy a consentir que me pidas perdón por protegerte de ti mismo.

Sabes que no te besaré, besarte sería darme la razón y sé que no la tengo.

Te lo voy a hacer lento, porque lo que se hace deprisa cambia despacito.

Aprietas mis nalgas fuerte, llevándome hacia ti con furia, en el fondo no soportas que esté de tu lado.

Esos somos tú y yo, la contradicción más perfectamente invocada para ser transgredida.

Te abrazo fuerte, muy fuerte, si pudiera te  escarcharía como a una cucaracha.

Quiero que seas otro, que quieras lo que yo, que me quieras a mí, no la que proyectaste, por eso sé que no te amo.

Nos agitamos, nos arañamos, nos emborrachamos de los sonidos de la carne, del olor del deseo.

Estallamos en silencio, solo se escapa un pequeño aullido de placer.

En ese momento nos miramos, empapados, redimidos.

Sudamos las diferencias, el resentimiento, lo que no es.

Ahora sí te besé, porque veo lo que sí, aunque eso es lo que hará que tú y yo no seamos un sí.

Ahora que me duele que te vayas y no sufro, es cuando descubro que te quiero.

Ahora que redescubrí tu esencia sin querer cambiarla para que te quedes, es cuando sé que te amo.








jueves, 21 de abril de 2016

No no y sí

Me aburro de mí cuando me contradigo pensando en ti.

Odio tener que enfrentarme conmigo cada vez que me encuentro contigo.

Quiero que te vayas de esta isla, lejos, muy lejos.

Quiero que te vayas a meditar debajo de un árbol al Tíbet, y que te pongas flaco, muy flaco.

Ya sé que soy mala, muy mala, conmigo y contigo.

Odio a la gente educada, esa gente que consiente todo a todos para ser aceptada pasando por encima de sí mismas.

Incluyéndome yo entre ellas.

Esa gente que enferma sus  cuerpos para dar pena y recibir la atención que no se atreven a reclamar.

Yo no quiero enfermar, quiero dejar de ser lo que los demás esperan de mí.

Por eso soy irreverente, deslenguada, agresiva, impaciente, sabionda e intolerante.

Trato mis carencias con quimioterapia emocional, confundiendo a mi bicho malo con el bueno, me enseñaron a ser buena con ellos siendo malos conmigo.

Me enseñaron que tenía que matar algo dentro de mí, aquello que molestaría a los que me quieren sin quererse.

Me enseñaron a respetar a los demás pero no a respetarme a mí, llenándome así de malas interpretaciones de mí misma.

Ahora tengo que aprender a quererme con todo eso y quererlos a ellos. Dejar de estar enfadada con la que me dio de comer escondiendo la mano que luego pediría su recompensa, como hicieron con ella.

Tengo que aceptar mi reflejo en su cara y hacer las paces con ella a través de mí, de mi victimismo proyectado en ella.

Tengo que mirarme en ese espejo y aceptar la belleza compartida, dejar de centrarme en la mala educación compartida.

Quiero comerme al miedo que llamaron amor, digerirlo, hacer trabajar bien a mi hígado y dejar que recuerde como separar la ira del afecto.

Quiero dejar que mi sexo recuerde el orgasmo, el placer, poder elegir su bienestar y desechar la paja mental.

Me quiero no me quiero me quiero no me quiero no me quiero no me quiero no me quiero no me quiero me quiero.

Me quiero querer...

Me quiero dejar en paz, dejar de compadecerme de mí misma, y tú, pobrecito, no se te ocurrió mejor idea que cruzarte conmigo en plena batalla de mí contra mí. Gracias, eres muy valiente.

No quiero que te vayas al Tíbet, no quiero que te pongas flaco, muy flaco.

Lo que quiero es poder mirarme en tus ojos y decirme, "lo estás haciendo bien Lola, ahora no confundes la paja con el Amor"


sábado, 9 de abril de 2016

¿Cíclica yo??? Oriéntate!!!

A veces quiero a un amante, uno sólo, al Uno. Exploto de amor pensando sólo en él.

Luego ya no exploto, estoy en latencia, no quiero a ninguno y al mismo tiempo a todos por aburrimiento.

Hasta que se rompe el folículo y sale el óvulo.

Entonces quiero al Uno que ya no está separado de los demás, los quiero a todos por diversión.

Mis ansias de  expandirme son tantas que hasta me aparecen amores transoceánicos, transcontinentales.

Y me levanto con cuatro mensajes de "buenos días linda", y todo es maravilloso.

Pero de repente ninguno de esos mensajes es del Uno, y lo que antes no me quemaba, ahora me arrrrrrrrde.

Vuelvo a no querer a nadie, y todo es una mierda, y me la comen esas filosofías que rezan "todo está bien, sucederá si ha de ser, deja de buscar y vive, ama lo que es..."

Todas esas chorradas que son ciertas pero absurdas cuando lo único que quieres es que te devore el Uno, y que te mande un mensaje, y que quiera quedar contigo y arrancarte las bragas que te pones sólo cuando estás con él por el único placer que sientes cuando las rueda para penetrarte sin quitártelas...

¡Joder, hostia puta!!! ¡Otra vez el folículo atascado!

Me vuelve a poseer la arpía, la que manipula, la que se desespera, la que mendiga amor de forma soterrada con mensajes ocultos en formas no invasivas.

Son momentos en los que me encantaría meterme en un convento y hacer queques o galletitas de maría para repartir por los asilos, para que los viejitos aumenten su apetito, disminuyan su dolor y sacudan sus alas.

¡Ay Dios mío!!! ¡Que me dejen! No, no, no, escúchame, espérate un momento.

Y ahí están mis amigas, mis flores, tan sabias y pacientes. Descoñadas, devolviéndome la cordura al darme la razón y recordarme mi naturaleza cíclica.

Así llega un nuevo amanecer, más bello que el anterior.

Respiro profundo, sonrío, quiero a todos y a todo, y veo vídeos de Sergi Torres. (Qué lindo es este muchachito por favor y cuanta verdad en sus palabras)

Y llegan los atardeceres en los que estoy tranquila, sosegada pero graciosa, visualizándome con El que Es, el que me pondrá  "monógama perdida".

Hay un truco que me está funcionando, aparte de escuchar a Sergi Torres y danzar desnuda con mis amigas bajo la luna.

Me dejo inundar por todas mis emociones, las que me endulzan y las que me amargan.

He recordado que cuando soy honesta conmigo misma, todo está bien y no hay nada que buscar que ya no tenga yo.





domingo, 3 de abril de 2016

El artesano y la piedra

Vaya mala fama tienen las piedras.

Lo peor de todo es que ellas mismas se creen todo lo que se cuenta por ahí.

Por eso se ponen delante de pies despistados y masoquistas para que tropiecen, se escurren en las manos de los "malos" para ser lanzadas a los "buenos", se meten en las zapatillas de los caminantes para hacerles parar...

Así van por la vida, de fuertes y de incordios.

Entonces cuando caen en manos de picaderos o escultores que las tratan sin piedad, afanosos por terminar el trabajo y aprovecharse de la belleza que escondían y nunca supieron ver, creen que se merecen ese daño, porque han sido "malas", porque son inútiles y feas.

Había una piedra chiquitita que nunca se creyó ese cuento. Ella no pensaba que para ver lo más hermoso de su corazón, debía ser tratada con tanta dureza, así que nunca se dejaba atrapar por aquellos hombres.

Se adivinaban destellos verdes en ella cuando la miraba el sol, era lisa, sin poros. Se había dejado pulir por el mar y el viento que la mimaban por ser tan valiente y natural.

Un día calló en manos de un artesano que trabajaba con piedras preciosas. 

-¿Por qué me habrá elegido si de preciosa tengo poco?

Pero vio una luz muy linda en los ojos de aquel hombre. Era muy dulce y delicado, así que se dejó hacer.

El artesano le susurraba mientras le iba quitando capas innecesarias que velaban su esencia.

Le hablaba del amor, de sus ansias de conocer a una mujer que deseara tanto como él compartir la vida juntos, llenos de pasión, respeto y confianza.

Poco a poco fue creciendo entre ellos un cariño muy especial.

El artesano se acordó del mito de Pigmalión y rogó a los dioses que dieran vida a aquella piedra tan maravillosa de la que se había enamorado.

Los dioses se negaron. Dijeron que estaba loco por haberse enamorado de una piedra. 

"Menuda pedrada", dijeron, y se esfumaron de allí muertos de la risa.

La piedra los oyó, decidió marcharse para que el artesano la olvidara y pudiera enamorarse de una mujer de verdad.

El artesano lloró y lloró, dejó salir todo lo que aquella herida abría. Deseos no cumplidos, frustraciones, rencores, miedos, sentimientos no mostrados...

Entonces decidió que esta vez no se daría por vencido, no iba a quedarse de brazos cruzados como había hecho siempre, dejando que sus sueños se escaparan por su pereza.

Buscó y buscó sin parar a la piedra hasta que la encontró.

La piedra al verlo lo miró con dulzura.

Le contó de su viaje, de lo que había aprendido.

Le contó que todo ese amor que sentían el uno por el otro era en realidad el amor que sentían hacia sí mismos.

Le dijo que la belleza de la que se habían enamorado era el reflejo propio.

Añadió que todo estaba bien, que las cosas suceden siempre para un propósito mayor, para recordar cómo amarnos a nosotros mismos.

El artesano se marchó a casa.

Le dio muchas vueltas a lo que la piedra le había contado. Sintió paz en su corazón.

Durmió toda la noche de un tirón, un sueño reparador como hacía tiempo no tenía.

Al día siguiente fue a su taller una vez más para continuar con su adorado trabajo.

Entonces vió un destello muy intenso que provenía de la calle.

Emocionado corrió hacia esa luz, reconoció a su querida piedra.

Al agacharse para recogerla, su mano chocó con la mano de una mujer que también la reclamaba.

Cuando la miró, sintió su corazón galopar. Aquella mujer tenía los ojos más  hermosos que jamás había visto. De ese color pardo intenso y brillante que tan familiar le resultaba.

Así es como el amor se recordó a sí mismo entre la mujer, el artesano y la piedra.