Confundía el polvo de estrellas con agujeros negros que me arrastraban a la oscuridad permitida.
Permitida porque inconscientemente quería morir a la que se agarraba a témpanos de hielo disfrazados de clavos ardientes, la que chupaba caramelos para diabéticos.
Me creí el cuento del diabético, el que cree que no puede tomar azúcar porque no se merece el lado dulce de la vida.
Entonces te vi a ti, buscándome, deseándome, calentando mis pies porque son los que necesitan el calor, sin prisas por dar fuego al segundo escalón.
Porque es a mí a quien amas, porque sabes lo que merezco y me lo das sin permiso.
Así te amo yo, porque sé lo que mereces y te lo doy sin preguntas.
Como los niños, como los locos. Ellos saben, porque no preguntan, porque arriesgan, por eso siempre ganan.
Así de valientes somos tú y yo, porque nos encontramos, porque comemos caramelos con 1500 calorías que luego quemamos deshaciéndonos en amor para hacernos nuevos cada vez tras cada explosión, tras cada muerte que se hace vida nueva uniendo los pedacitos que se esparcieron por la habitación tras el orgasmo.
Calor húmedo el tuyo con el mío.
Y me dedicas canciones de amor con letras que sólo conocemos tú y yo. Canciones que otros nunca aprendieron a tatarear.
Tú que me haces ruidos de amor, tú que me dices que huelo rosa, que te hago sentir en rojo, que miro en verde y que toco amarillo.
Tú que sabes interpretarme sin ver mi partitura.
Es por eso que mi Universo es Tú.

No hay comentarios:
Publicar un comentario