Todos los miércoles iba al cine a la sesión de las 20h. El cine era su pasión.
Una tarde, en medio de la película, vio que una chica sentada tres filas más adelante, se había descalzado y había puesto sus pies desnudos en la asiento delante de ella.
Se irritó muchísimo, pensó, "menuda descarada", y siguió viendo la película.
Al miércoles siguiente ocurrió lo mismo, estaba más irritado aún, porque esta vez no podía concentrarse en la película.
No dejaba de mirar sus pies, empezó a fijarse en cada detalle. El color de sus uñas, la forma de sus dedos, el anillo del segundo dedo del pie derecho y la tobillera en él.
Todos los miércoles llegaba ansioso por ver aquellos pies que le enamoraban. Ya no veía la película. Ahora su pasión eran esos pies chiquitos de dedos redonditos tan apetecibles.
Le resultaban muy familiar, incluso podía sentir su olor, su sabor.
Deseaba acariciarlos, lamerlos, comérselos, se excitaba enormemente pensado en ello, aunque la idea de poder hacerlo le llenaba de una inusitada ansiedad, así que siempre se iba antes de que se acabara la película y encendieran las luces.
No quería ver a la dueña de aquellos pies que le volvían loco.
Y si era fea, y si no hacía justicia a sus pies, y si era una borde, y si le olía el aliento... O peor aún... Y si ella pudiera pensar que es feo, que es un borde, que le huele el aliento...
Se decía a sí mismo..."mejor quedarme en la fantasía que vivir la realidad, en la fantasía yo soy el rey y ella mi reina, ¿qué seríamos en la realidad???"
Lo tenía todo controlado, pero no contaba con el azar.
Esa noche no paraba de mirar hacia donde se sentaba ella, pero no la veía, estaba impacientándose mucho. Entonces ve que la chica sentada a su izquierda se empieza a descalzar y pone sus pies en el asiento de delante.
Se quedó pálido, la boca seca, enchumbado en sudor.
La chica de al lado le cogió la mano y le dijo:
"No te preocupes, sé lo que te ocurre.
Antes de venir aquí me dijiste que si tardabas en encontrarme te enseñara mis pies y tú me reconocerías.
Sabías que el miedo a las relaciones íntimas es tu asignatura pendiente y que te podía paralizar, por eso me pediste que te mostrara mis pies.
Pero tú sigues prefiriendo soñar sin vivir. Estoy deseando abrazarte y hacer el amor contigo, pero todavía no te has encarnado.
No te preocupes, no me debes nada, en el lugar de donde venimos las promesas no pesan, por eso yo seguiré caminando descalza, vengas conmigo o no"