miércoles, 18 de marzo de 2015

RCP avanzada

Pensaba no morirme más veces, incluso pensaba vender mi desfibrilador en segundamano.com.

Menos mal que no lo hice, porque me morí otra vez.

Ahora estoy desordenada. Igual que un cuarto de parada tras la misma.

Hay ampollas de adrenalina y atropina desparramadas por el suelo, igual que yo. Con ellas dieron ritmo a mi corazón cansado, pero no lograron hacerle llorar.

El laringoscopio está lleno de saliva y sangre, me hicieron un poco de daño al meterlo en mi tráquea para llenar de aire mis pulmones vacíos de oxígeno, pero tampoco consiguieron hacerles llorar.

Hay agujas fuera del contenedor amarillo, espero que las encuentren y las tiren pronto, no descarto volver a pincharme con ellas o pinchar a los que tengo cerca.

Todos están contentos, lograron salvar mi "vida" y mantener mis constantes estables. Se abrazan y felicitan, están a salvo, les envuelve ese halo de superdioses que creen ser superhéroes haciendo el bien en este mundo caótico.

En parte me muero por ellos, me da mucha risa, a la vez que me provoca mucha ternura, ver ese chutazo de felicidad inyectado por la sensación del trabajo "bien hecho".

¿Y a mí quien me abraza? ¿Por qué no pueden ver más allá de mi cuerpo? En la facultad de Medicina se han olvidado de la parte más importante de la vida, curiosamente esa que tan empeñados están en salvar, el corazón.

Es como el que compra una planta y sólo la riega cuando la ve mustia para que no se termine de morir, el resto del tiempo, pasa por delante y ni siquiera la mira. La salva para no cargar con la culpa, no para disfrutar junto a ella y cuidarla.

Les di las gracias a todos, aunque cada vez tengo menos ganas de hacerlo. Deberían ser ellos los que me las den a mí por facilitarles una escusa para sentirse mejores personas, pero en fin, tengo mucha fe en la gratitud.

Entonces estaba en mi cama, todavía obnubilada por el midazolam, y apareció junto a mí un Ángel.

-¡Hola Lola! Te entiendo, yo también me morí muchas veces. Creo que eres muy valiente. No tienes miedo a entregarte al caos, morir y resucitar a cada rato.

-Si tú también moriste tantas veces, sabes perfectamente que no se hace por valentía, se hace por adición a la adrenalina que provoca el desafiar  a la muerte. Que me haya muerto por vigésima vez no te da derecho a tratarme como a una estúpida, aunque ya sé que es lo que parece.

-Lo siento, estoy comenzando en esto de ser Ángel, empecé a usar mis alas hace poco. Y si ya lo sabes, ¿por qué te sigues muriendo?

-¡Muy buena pregunta! Dímelo tú, para eso eres el enviado de Dios, o algo así, ¿no?

-Lola, todos somos enviados de Dios, por tanto todos tenemos alas y conocemos las respuestas, sólo que algunos en vez de utilizarlas para volar, y estoy hablando de ambas, las utilizan para esconderse.

-Sí, vale, oye, ¿lo dejamos para otro día? Es que quiero dormir un poco.

-Vale, buena idea, recuerda ese mundo donde ya sabes llegar, no busques nada, sólo quédate tumbada y conéctate con esa sabiduría que ya tienes en ti. Te vendrá bien irte por un momento de este mundo donde te empeñas en morir.

-¡Doctor, Doctor, la perdemos de nuevo!!!

-¡Joder, ya están aquí estos pesados otra vez! Hasta el coño ya de que me sigan tocando las trompas de Falopio.

Voy a tener que aprender a encontrar las respuestas sin morirme, ya que San Pedro me pega una patada de vuelta cada vez que me ve en las puertas del Cielo. Menos mal que se corta un poco cuando tengo un orgasmo y me asomo a ella.

-¡Ay San Pedro, tú sí que sabes! Si alguna vez tengo un hijo varón, le llamaré como tú.




No hay comentarios:

Publicar un comentario